El patrimonio musical de Málaga se ha visto enriquecido con una innovadora propuesta artística gracias al recital “Barroco Flamenco”, un espectáculo que ha logrado unir la solemnidad de la música sacra con la pasión y la expresividad del flamenco. La actuación, celebrada en la iglesia de San Agustín en el marco de la VII Bienal de Arte Flamenco de Málaga, contó con la voz del afamado cantaor Bonela Hijo y el virtuosismo de Antonio del Pino al órgano.
La fusión entre ambos estilos, aparentemente distantes, ha sido la clave de esta cita memorable que reunió a amantes de la música tradicional y del flamenco para ser testigos de una experiencia sonora sin precedentes. Bajo las bóvedas barrocas de la iglesia, el repertorio abarcó desde las habituales obras religiosas del barroco hasta cantes profundamente enraizados en el arte jondo, generando un diálogo entre el recogimiento litúrgico y la expresividad popular.
Bonela Hijo, uno de los grandes nombres del cante flamenco malagueño, aportó su sello personal en cada intervención, mostrando una vez más su capacidad para adaptar y trasladar el sentimiento del flamenco a contextos musicales innovadores. Por su parte, Antonio del Pino, organista reconocido por su labor en la recuperación e interpretación de música antigua, supo acompañar y elevar el cante con registros musicales que iban desde la sobriedad de Bach hasta los matices rítmicos más cercanos al compás flamenco.
El público llenó los bancos de San Agustín y acogió cada número con atención y entusiasmo, reconociendo la valentía y la sensibilidad de ambos artistas. Uno de los momentos más emotivos fue la interpretación conjunta de piezas tradicionales del repertorio sacro adaptadas al cante flamenco, en las que la voz de Bonela Hijo se renovó sobre la arquitectura sonora del órgano. Asimismo, hubo espacio para piezas propias del flamenco, donde el órgano se sumó de manera insólita, construyendo atmósferas que, a pesar de su novedad, resultaron profundamente evocadoras para la audiencia.
Esta iniciativa, enmarcada dentro de la amplia programación de la Bienal de Flamenco de Málaga, confirma el espíritu innovador y la apuesta por el mestizaje musical del evento. El ciclo, impulsado por la Diputación de Málaga, promueve desde hace años la divulgación, la conservación y la renovación del arte flamenco, invitando al público a descubrir nuevas formas de interpretación y a acercarse a este patrimonio cultural universal desde perspectivas diferentes.
Además del concierto, la cita permitió el reencuentro con la acústica única de la iglesia de San Agustín, uno de los escenarios más sugerentes del centro histórico de la ciudad. El templo, siguiendo la estela de otros espacios patrimoniales que están colaborando con la Bienal, refuerza la idea de que la música puede dialogar tanto con la arquitectura como con la historia y el arte.
Bonela Hijo destacó tras la actuación la importancia de experimentar y de tender puentes entre tradiciones: “El flamenco, aunque tiene raíces muy hondas, siempre ha estado abierto a influencias y a la fusión. Hoy hemos sentido que también puede encontrar un eco en la música sacra, en los órganos antiguos y en estos espacios monumentales”. Antonio del Pino, por su parte, celebró la acogida de un proyecto que llevaba tiempo soñando: “No es habitual ver al órgano en diálogo directo con el flamenco y la experiencia ha sido tan desafiante como gratificante”.
La Bienal de Arte Flamenco de Málaga, uno de los eventos más prestigiosos del circuito flamenco nacional, continuará en las próximas semanas con una programación repleta de recitales, espectáculos y actividades complementarias. Su capacidad para innovar y sorprender es, sin duda, una de las razones de su éxito, y propuestas como “Barroco Flamenco” consolidan a Málaga como un referente en la creación y difusión del arte jondo, abierto siempre a nuevas maneras de sentir y de interpretar su inabarcable riqueza sonora.
Con eventos como este, la ciudad no sólo cuida su herencia musical, sino que impulsa nuevas lecturas del flamenco y lo proyecta hacia el futuro, demostrando que la creatividad y el respeto por las raíces pueden, y deben, caminar juntos en la programación cultural.


